Estas salinas de ilustre abolengo son poseedoras de una larga historia que va desde la época romana hasta nuestros días. De los primeros explotadores se sabe por los restos arqueológicos encontrados en la zona y pueblos de alrededor, del resto, por los numerosos documentos que atestiguan como ha ido aumentando durante muchos siglos las arcas reales y arzobispales. Hoy, la empresa Salinas de Belinchón, explota y comercializa la solución acuosa conocida como salmuera, muy apreciada en diversos sectores industriales como el químico, textil o alimentario.
Salinas en plena actividad, 1823. Foto de http://www.salinasdebelinchon.com/
Desde que se iniciara la Reconquista Cristiana de la línea al sur del Tajo y se devolviera a la corona la comarca conquense donde se encuentra Belinchón, muchos han sido los monarcas que han negociado con estas tierras por la existencia de las salinas. La sal, muy valorada por aquel entonces, proporcionaba unos grandes beneficios a sus poseedores.
Ya el rey Alfonso VII, primer propietario de las salinas, hizo negocio con ellas. Hacia el año 1146 le dona al Arzobispo de Toledo la mitad de las salinas, con la condición de que se preocupara de repoblar esta zona fronteriza con los territorios aún en poder de los musulmanes. De esta forma, intentaba garantizar una mejor defensa de cara a un posible ataque por parte del enemigo musulmán. Eso sí, ya se encargó el Arzobispado de dejar muy claro en el primer Fuero de Belinchón (año 1171), a los potenciales vecinos, que la explotación de las salinas ya tenía dueño. Después de él, sus sucesores en el mandato y otros poderes señoriales hicieron de las tierras de Belinchón un lugar económicamente estratégico durante la Edad Media.
Escudo Real Borbónico, situado sobre puerta principal de la vivienda
Tanto las Relaciones Topográficas de los Pueblos de España encargadas por Felipe II en 1576, como en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada en 1752 dan prueba de ello, con cantidades producidas y beneficios obtenidos.
Las salinas se alimentaban del agua de un pozo practicado junto al cauce del Arroyo de las Vegas que iba a desembocar al Tajo. Ésta se extraía por medio de norias de madera movidas por animales de tiro, o norias de sangre como se denominaban. Después el agua era vertida y conducida por los canales a los que llaman presones hasta las balsas distribuidoras que la repartían entre los vasos, en los que se aceleraba la concentración de la solución por medio de la evaporación.
La sal depositada se removía una vez por semana antes de que el agua se evaporara por completo, consiguiendo que no se endureciera en exceso. Esta operación era conocida como arrollar y consistía en empujar la sal hasta el borde de los vasos y amontonarla mediante un rodillo. Después se trasladaba al almacén, donde era molida y quedaba a la espera de su comercialización. El agua sobrante era recogida a través de unas acequias que la llevaban hasta el propio arroyo.
El proceso de obtención de la sal prácticamente no cambió durante siglos de funcionamiento, lo que fue mejorando a lo largo del tiempo fue la cantidad y calidad de las instalaciones necesarias para dar mayor rendimiento a la explotación salina hasta el siglo XIX. A partir de entonces, y debido al empobrecimiento del antiguo pozo salinero y al declive de la industria salinera de interior, la explotación se resintió de tal manera que ésta se suspendió en 1868.
Almacén grande que dejó de funcionar hace 10 años
El proceso de obtención de la sal prácticamente no cambió durante siglos de funcionamiento, lo que fue mejorando a lo largo del tiempo fue la cantidad y calidad de las instalaciones necesarias para dar mayor rendimiento a la explotación salina hasta el siglo XIX. A partir de entonces, y debido al empobrecimiento del antiguo pozo salinero y al declive de la industria salinera de interior, la explotación se resintió de tal manera que ésta se suspendió en 1868.
En 1873, las salinas quedan adjudicadas por subasta al Marqués de Remisa. Con este cambio de propiedad comienzan las mejoras en la extracción con la habilitación de un nuevo pozo y en las demás instalaciones complementarias, así como en el manipulado y transporte del producto.
También construyó un balneario para que gente tan importante como la Reina Isabel de Borbón se pudiera beneficiar de las propiedades curativas del agua, como demuestran las cartas que ésta envío a los propietarios y que actualmente conservan sus descendientes. El balneario fue destruido durante la Guerra Civil, pero se conserva la publicidad de entonces, las bañeras que se utilizaban y lo más importante: las propiedades del agua, pues la composición química no ha variado a lo largo de todo este tiempo.
Bañeras del antiguo balneario
Al contrario de lo que ha sucedido con otras explotaciones salineras, los propietarios de la de Belinchón han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y necesidades del mercado, salvándose del claro peligro de desaparición al que se ha visto sometida este tipo de industria.
Desde este post queremos agradecer a Mª Ángeles y Manolo, el recibimiento y amabilidad con que nos trataron durante la visita. Así como el entusiasmo e ilusión que transmiten cuando hablan de estas históricas instalaciones, sentimientos que han hecho que hoy podamos disfrutar de este paisaje salinero y de su futuro esperanzador.
Vista general de vasos e instalaciones
Desde este post queremos agradecer a Mª Ángeles y Manolo, el recibimiento y amabilidad con que nos trataron durante la visita. Así como el entusiasmo e ilusión que transmiten cuando hablan de estas históricas instalaciones, sentimientos que han hecho que hoy podamos disfrutar de este paisaje salinero y de su futuro esperanzador.
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1 comentario:
Otra gran dosis de cultura de la historia de nuestro país, tremendamente instructivo es la descripción que hacéis sobre como se obtiene la sal en este tipo de instalaciones. Una curiosidad que tengo, es ¿Por que se denominaban "Norias de sangre" a las norias de madera?
Gracias y enhorabuena por el artículo.
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