jueves, 30 de abril de 2009

Pozo de Nieve de Campo de Criptana (Ciudad Real)

Conocido como Pozo de Nieve del Cristo de Villajos, esta construcción estuvo dedicada al almacenamiento y conservación del hielo para su posterior distribución y venta. Ha sido restaurada y abierta al público como museo para dar a conocer su función como origen de la industria del frío.

El consumo de nieve en Europa se generalizó desde mediados del siglo XVI cuando dejó de ser un artículo de lujo y se convirtió en un producto cotidiano, gracias al desarrollo de técnicas eficaces de almacenamiento masivo y conservación en pozos como éste, cuya primera mención documental se debe al Catrasto de Ensenada de 1752.

Coincidiendo con la aparición, a finales del siglo XIX, de las primeras fábricas eléctricas de hielo estas construcciones dejaron de funcionar y se conviertieron en escombreras, desapareciendo en poco años.

Tiene planta circular y está excavado en la roca, sus paredes están revestidas de mampostería caliza enlucida con mortero de cal y arena para conseguir mejor aislamiento térmico y tiene una capacidad próxima a los 230 metros cúbicos.

Su fondo presenta catorce canales radiales que convergen en un pozo de decantación excéntrico dotado de un pequeño desagüe para evacuar las aguas generadas por el deshielo de la carga. Para garantizar mayor aislamiento, el pozo tenía una bóveda que favorecía que el aire caliente se acumulará en ella y por tanto, permaneciera alejado de la carga.

Desde el Centro de Información Turística, situado en la Sierra de los Molinos de Campo de Criptana se organizan visitas guiadas y se puede obtener más información sobre este proceso de producción de hielo que requería un elevado grado de organización y de recursos, que iban desde las labores de limpieza y preparación del pozo y su entorno, pasando por la recogida del hielo y nieve acumulados, hasta su posterior almacenamiento, conservación y distribución.

El trabajo en el interior del pozo era duro y peligroso, pues una vez que los peones recogían la nieve con palas y azadones y la transportaban al interior del pozo, sobre el que previamente se había colocado un entramado de maderas, ramas y paja que evitaban el contacto directo del hielo con el suelo y proporcionaban una cámara aislante de aire que dejaba libre los canales de drenaje, tenían que humedecerla y compactarla para favorecer la conservación, además iban colocando encima de cada placa de unos 50 cm de espesor una capa de paja que hacía la función de aislante con la siguiente y ayudaba en la posterior tarea de cortar en bloques o 'panes' para su extracción y venta. Todo ello se realizaba en invierno, sin luz y a muy bajas temperaturas.

http://www.campodecriptana.info/

Compartir

domingo, 26 de abril de 2009

Las Salinas de Imón (Guadalajara)

Situado entre Sigüenza y Atienza, a 14 km de cada una de las localidades, se encuentra Imón, una pequeña villa de 40 habitantes donde se haya el complejo salinero más antiguo de España, que fue durante muchos años el más importante por producción y extensión.
oijij
Se trata de salinas de interior en las que se utilizan manantiales de agua salada producidos al atravesar el agua los depósitos de sal subterráneos, en algunos casos como el que nos ocupa se bombeaba agua al interior de la tierra desde balsas o estanques para aumentar la producción de sal debido al escaso caudal de los manantiales.

Siembre bajo control real, los monarcas sacaban provecho a la producción de sal concediendo a nobles y personal eclesiástico alguno de sus beneficios. Fue Alfonso VI en 1139 el que finalmente donó al obispo de Sigüenza esta explotación, sin embargo durante el reinado de Carlos III, la Corona recupera la posesión de las Salinas y comienza la explotación a gran escala.

Se construyen gigantescos almacenes, acequias, canales y albercas, recocederos y pozos, de forma que a finales del siglo XVIII el 7% de toda la explotación salinera española procedía de Imón. Tan acelerado ritmo de producción continuó hasta 1993, momento en el que se pone fin a la actividad a pesar de producirse 1.000 Kg de sal por alberca cada semana.

Todos los edificios que habían sido motivo de envidia, fueron abandonados y condenados al olvido. Los impresionantes almacenes aparecen hoy maltrechos, desvencijados, al borde del derrumbe. Con ello, sus ruinas, tan singulares y bellas, han sido declaradas Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

Compartir